
Natalia
Al leer cada palabra, impresa en estas páginas, vislumbro el reflejo de la vida misma. En ocasiones, agobiantemente rutinaria. El individuo, como ser social, esforzándose por conseguir el objetivo primordial, formar una familia, siguiendo prototipos preestablecidos por la costumbre y la moral, sometiéndose a situaciones comunes y conocidas, en que el matrimonio, como ejemplo, no llega a ser ni la mitad de lo soñado y aprehendido de los dogmas inculcados. Inevitablemente, nos envuelve en la enmarañada madeja, cortando el hilo del trajín diario. Deseos sexuales inherentes al ser humano, siempre latentes, sin excepciones, esperando ser saciados. Y la vida misma, enlazada a la idea de muerte, invadiendo nuestro pensamiento, llenándonos de miedos e incertidumbres, dando origen a la inevitable cuestión de si es mejor vivir o estar muerto. La maldad y lo desconocido, perturbando nuestro espíritu, reflotando desde las oscuras entrañas el verdadero demonio que nos invade y obstaculiza el camino, alejándonos de la tranquilidad, que tanto ansiamos en el proceso.